Notas del cuaderno de un TF (IV) Metáfora

Publicado el 17 de julio de 2025, 17:51

   Hay ocasiones en que la historia que una familia se cuenta para explicar su presente es tan poderosa que coloniza otras posibles historias alternativas, concediendo a sus miembros pocas oportunidades para construir relatos heterodoxos de su pasado, de su momento actual y aún del futuro que les aguarda.

      Estas historias coloniales guardan un estrecho parentesco (quizás no casual) con la temática del sacrificio ( “¡con todo lo que fui capaz de hacer por ti, hijo, y así me lo pagas!”), del amor desinteresado (“y finalmente os vais, claro, es ley de vida, y nos quedamos solos...”) y del victimismo en general (“desde el día de la boda supe que él no me haría feliz”), para el que toda ocasión es propicia. Son historias potentes, porque tocan las emociones básicas de los miembros de la familia y los colocan en una situación comprometida, en la que deben afrontar la amarga tesitura de tener que aceptarlas sumisamente o parecer desleales con el resto de sus miembros. Porque de lo que no hay duda es de que optar por la historia alternativa significa caer en la deslealtad emocional y hacer al sujeto fácil reo de un cierto chantaje sentimental.

       Son historias, pues, de las que resulta difícil desprenderse, ya que actúan a modo de hormigón armado que consolida los lazos familiares y dificulta la separación y, por tanto, el crecimiento de cada miembro de la unidad familiar, atenazado por el temor y la traición.

  Son historias, en suma, bloqueadoras, porque impiden la confrontación abierta desde el mensaje implícito de que discrepar es traicionar.

     Una forma de afrontar en terapia estas historias es haciendo uso de metáforas.

  La historia colonialista suele tener significados unívocos, petrificados. Ya he dicho que no admite la discrepancia y, con frecuencia, tampoco la ambigüedad ni la incertidumbre. En tal discurso, las cosas son lo que son; o lo que tal historia concreta dice que son. No hay replica ni color. O blanco o negro, sin alternativa posible. Precisamente es aquí donde actúa la metáfora.

      ¿Qué es la metáfora y cuál es su uso en la terapia familiar?

       La metáfora es un instrumento mediador para hablar de lo que no se puede hablar sin citarlo expresamente. Es un instrumento que conecta la historia que una familia trae consigo con el ámbito de su imaginario personal, de las más profundas y veraces fantasías de cada uno de los sujetos. De ahí su carácter resonante. La metáfora bien construida resuena, hace vibrar.

    La metáfora es como una carga de profundidad que abre resquicios en las historias colonizadoras, utilizando para ello los mismos significantes que dichas historias traen consigo.

        La metáfora es una verbalización simbólica que enseña y oculta a la vez, de manera que cada persona puede identificarse con ella y, al hacerlo, recomponer el contexto en que las identidades se habían obturado.

      La metáfora abre nuevos niveles de comprensión que no pasan por la racionalización de los eventos, los roles o los temas familiares. Quizás ésta sea una ventaja adicional del juego metafórico en el trabajo con familias rígidas. Y acaso por ello no sea casual que una buena parte de los conceptos de la teoría sistémica -triangulación, alianza, coalición, aglutinamiento, danza familiar, etc.- sean, ellos también, hermosas y resonantes metáforas..

 

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