Lealtad

Publicado el 30 de julio de 2025, 15:19

La lealtad no es un sentimiento ciego, que brote de las sangrantes entrañas del alma; no es una consecuencia automática del ius sanguinis, sino una emoción basada en los vínculos de protección y amor que se dan entre los miembros de nuestra especie. Cuando tales vínculos se debilitan, la lealtad afloja su lazo, pero no desaparece por completo porque siempre aspiramos a mantener una pequeña esperanza frente al desencanto. Lo vemos en los niños que padecen negligencia, en lo niños a los que sus padres descuidan o abandonan. Siempre quedan restos de esperanza en esos niños, la creencia de que la herida infligida será provisional, de que ocurrirá el milagro y, aunque escaso, también a él le llegará el amor cicateado o la protección que necesita.

Somos leales a quienes garantizan y proveen nuestra supervivencia, y están en condiciones de otorgarnos un bien que consideramos imprescindible para nosotros, para nuestra vida. También la lealtad hacia el amigo está teñida de ese mandato que dice que no le debemos fallar y que él tampoco nos fallará a nosotros. La traición es precisamente lo contrario: fallar a alguien respecto de alguna cosa necesaria para él.

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