Algunas ideas sobre la infidelidad (1)

Publicado el 1 de septiembre de 2025, 18:01

   Como han señalado algunos autores, en la infidelidad lo importante no es tanto responder con quién se acuesta usted, sino a quién miente o ha traicionado.

    Más allá de las causas que podrían explicarla, y a las cuales habrá que dedicar alguna otra reflexión en otro momento, lo que aquí me interesa es lo que sucede después del desvelamiento, cuando el otro miembro de la pareja conoce (y reconoce, es decir, se hace a la idea) que se ha roto un pacto que hasta ese momento creía vigente.

    La infidelidad no es una cuestión de genes, sino una cuestión ética, pues se trata de la violación de un pacto de exclusividad que, desde que se estableció como pacto, se ha considerado vigente si nadie ha explicitado la necesidad de revisar lo acordado. Con la infidelidad se rompe, pues, la palabra dada, la promesa que los miembros de la pareja se hicieron, el contrato a veces explícito y muchas otras implícito; contrato que, por otro lado, es parte nuclear en la formación de la pareja.

   Vamos a tratar aquí el tema de la reparación de este pacto suscripto y roto, de si ello es posible y en qué condiciones se abre tal posibilidad. Porque la infidelidad no se resuelve plenamente solicitando el perdón de la pareja a quien se engañó, ni tampoco rompiendo el pacto de exclusividad que se mantuvo hasta entonces, aunque son dos de las salidas más frecuentemente usadas por las parejas que se ven sometidas a esta situación de tensión vital y emocional.

   Perdón es una palabra fácil de pronunciar. Lo hemos visto en los políticos y lo vemos con no poca frecuencia en nuestra vida cotidiana. Implica, en su decir, algo así como “no quería que hubiera pasado lo que pasó”; por ejemplo, no quise darle un pisotón, pero no me di cuenta y me excuso por ello. En el perdón a menudo la intencionalidad del acto queda bastante difuminada. No era mi intención que ocurriera lo que sucedió con mi acción. Lo lamento, decimos. Los niños repiten: “no lo haré más”, como si ya fueran capaces de sostener una promesa de tal envergadura en el tiempo. Ellos, cuya percepción de la temporalidad suele ser bastante laxa…

   El catecismo católico, cuando discutía del perdón, ofrecía una pista de por dónde quiero ir, ya que en él se hablaba del acto de contrición (que para mí es semejante a la toma de conciencia del daño causado), de la confesión (verbalización de la traición) y del cumplimiento de la penitencia (que en nuestro lenguaje es justamente el proceso de reparación). Hago a propósito esta analogía para poner en evidencia la complejidad del proceso de reparación que quien transgredió el pacto ha de acometer con la anuencia explícita del otro miembro de la pareja. No se trata solo de que yo te pida perdón y tampoco de que te prometa que no volverá a ocurrir; se trata también de que tú me digas cómo ha de ser la reparación por haber violentado nuestro acuerdo. La toma de conciencia del daño causado es un elemento esencial de este proceso, igual que lo es el no usar el enfado provocado por la transgresión como excusa para un perpetuo castigo hacia otro partenaire. Esto tiene que ver con un nuevo reparto del poder en la pareja, pero no tanto con el acto de reparación.

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