NOTAS DEL CUADERNO DE UN TF (VIII)

Publicado el 25 de septiembre de 2025, 18:25

   Contextos invalidantes:

  Llamo contextos invalidantes a esos ambientes especialmente nocivos para las personas que tiene que moverse en ellos, refiriéndome también con este término a aquellas personas que, en el ejercicio de su rol, tienden a responder de manera inapropiada y siempre exagerada (por exceso o por defecto) y poco sensible a los sentimientos o necesidades particulares de otros individuo, cuando tales necesidades son, además, diferentes del sentir del grupo de pertenencia o del socialmente dominante.

   Un contexto invalidante es, por ejemplo, aquel en el que los padres, de forma continuada y repetitiva, critican la forma de actuar o de ser de alguno de sus hijos; un contexto invalidante es, también, el que se genera cuando unos progenitores no confían en las capacidades de sus hijos y tienden a sustituirlos o a adelantarse a sus legítimas necesidades pensando, opinando y hasta deseando por ellos; un contexto invalidante es, por ejemplo, el de una consulta terapéutica donde el psicoterapeuta o el psicólogo persiguen exclusivamente la puesta en evidencia de los déficits, minimizan los esfuerzos de sus usuarios porque no coinciden con lo que el profesional piensa que tendrían que suceder, y, más habitualmente, persiguen la elaboración de un diagnóstico tras el que parapetarse y con el cual explicar lo que le sucede a la persona que tienen ante su mirada.

  

Educar:

    No es la valía personal del individuo lo que se condiciona y coarta con las reglas, sino la conducta concreta la que está sujeta a restricciones y críticas. La valía de las personas es incondicional. Quiere decir que no depende de mi juicio ni de mi moral. Es per se. Pero nunca está de más que las personas significativas del entorno del sujeto la reconozcan y pongan en valor. El reconocimiento de las personas significativas es un elemento importante en la construcción de una identidad saludable.

    En teoría, el amor de un padre por su hijo es incondicional; pero eso no supone que los padres tengan que aceptar todo lo que sus hijos hacen con tal de preservar ese “amor incondicional”. La dignidad de la persona no está en juego cuando se censura o limita una conducta cuyas consecuencias son malas para el sujeto o para las personas de su alrededor. La valía personal no depende de nada; es per se. Pero no cabe tener miedo de censurar una conducta dañina, o cuyas consecuencias sean malas para una persona. No se ama menos por poner límites. Se educa. Y también se cuida. Es decir, se prepara al individuo para la mejor adaptación posible a los diferentes contextos en los que tendrá que desarrollar su vida futura.

 

El hombre postmoderno:

   quien, aparentemente, no cree en otra verdad que la verdad subjetiva no se atreve tampoco a hablar por sí mismo y acaba necesitando, para hacerlo en esa forma bastarda del simulacro teórico, del apoyo de doscientas citas a pie de página para ofrecer su opinión con cierto sosiego interno. Las citas sostienen sobre sus piernas el frágil cuerpo conceptual de las ideas propias de quienes no se arriesgan a pensar y, también, por ende, a equivocarse.

La autocensura es un fenómeno paralelo al anterior. El ensayista, el escritor, el simple comentarista, no sacan a la luz su opinión hasta no dar por sentado que con ella no van a herir demasiadas susceptibilidades ni a levantar demasiadas ampollas. La piel del hombre postmoderno – igual que la del fanático- es carne viva y tremulante.

Es, sin duda, un hecho curioso -y por demás paradójico-, porque esa verdad más relativa es la opinión o creencia subjetiva que pretendemos sostener con el llamado “aparato crítico” (las referencias), el cual nos ayuda a decir -con cierta tranquilidad y parsimonia- que lo que estamos diciendo ya lo dijeron cien antes que nosotros. La pregunta que me nace entonces de dentro es: ¿para qué decirlo de nuevo?

El aparato crítico es como esos hierros que sostenían las piernas de quien padecía poliomielitis: Un recurso para sostenerse, un impedimento para correr.

 

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