
LA DELEGACIÓN PARENTAL
Conviene recordar que cuando los adultos llevan a sus hijos a algunos servicios de salud mental, ya sea porque acuden a ellos delegados por alguna institución o profesional socialmente respetable (la tutora de la clase, el psicólogo del centro educativo…), ya sea porque lo hacen por su propia iniciativa, en su intento de buscar soluciones a los problemas que ahora los desbordan, los operadores se van a encontrar con una situación concreta en la que el desbordamiento, la pasividad, el derrotismo y los aspectos menos funcionales en el ejercicio de la parentalidad dominan el discurso y lo justifican.
Los padres contarán una historia coherente con las acciones ineficaces que han llevado a cabo hasta ese momento, con frecuencia para intentar delegar en otros la solución de sus dificultades. Pero no conviene que los profesionales compren esta delegación gratuitamente, sin más. Entender su problema no significa quedarse con él. Empatizar con su cansancio no es lo mismo que estar cansado.
Muy a menudo, las historias que relatan estos padres tienen como tema central la idea de “hallarse superados, y no saber qué más hacer”. O “haberlo hecho ya todo y no haber logrado nada con ello”. Y este es, sin duda, un punto de partida evidente...para ellos. Enunciados que contiene los términos “todo” o “nada”, o “siempre” y “nunca” son erróneos por definición. O por generalización.
Pero los profesionales del cambio no pueden quedarse atrapados en esas historias, porque clausura posibilidades y ciega anticipadamente cualquier posible resquicio de cambio. El relato de los problemas se construye desde el presente hacia el pasado, pero las historias de cambio lo hacen hacia el futuro, apuntando a la esperanza.
En ocasiones, los equipos o profesionales tienen la sensación de que son un recurso ultimísimo –la última bala- para estos chicos o para estas familias. Como si no existiera el contexto ni tampoco creyeran en las capacidades de las familias para superar sus propias dificultades. Entran así en isomorfismo con el sistema familiar y su estado de desesperanza.
Esa sensación puede ser muy paralizante para su operatividad como profesional, pues parece que en cada intervención se estén jugando el todo por el todo. La pericia profesional, entre otras cosas, el prestigio, sus años de formación... En lugar de un trabajo continuado, parecen hallarse sometidos a una suerte de juego de azar o de ruleta rusa, donde las decisiones que se tomen se volverán casi siempre irreversibles, y serán a vida o muerte.
Olvidan, estos operadores, el poder del contexto, el poder del ecosistema y la constatación de que todo proceso psicológico es un proceso temporal, progresivo, rítmico. La vida humana es tiempo y, por lo tanto, los problemas están construidos sobre ese tiempo; esto es, sobre la propia vida. También sus soluciones. Pero olvidamos el proceso cuando nos urgen las urgencias.
Lo malo no es que a veces las situaciones contengan un riesgo efectivo (pues ciertamente en ocasiones eso es así), sino que esas emociones y apremios resulten paralizantes si no los hacemos emerger y los utilizamos como informaciones que hablan fundamentalmente del equipo, de sus miembros, y de sus sentimientos de capacidad o de incompetencia.
Es importante que los agentes de estos equipos, incluso aquellos que trabajan desde la perspectiva de los déficits con unos adolescentes fuertemente etiquetados como problemáticos y difíciles, sean conscientes de que los problemas y las dificultades no se presentan todo el tiempo. Ni con la misma intensidad durante todo el tiempo.
Por ello, estamos obligados a explorar y trabajar las áreas no problemáticas, preservadas, no deficitarias, las áreas de recursos y capacidades, las que ya se habían puesto en juego cuando se hacían las cosas suficientemente bien. Un chico puede ser un mal alumno y un problema para la maestra o el maestro, siendo a la vez un excelente cuidador de sus hermanos pequeños cuando las necesidades de estos son descuidadas o no vistas por los mayores. Lo que le urge y necesita no es, pues, lo que el sistema escolar le está reclamando. Aunque este sistema sea tan potente en sus atribuciones, que etiquete a la persona y no solo a algunas conductas que ejerce el alumno en dicho contexto.
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