Aunque es viejo ya el antiguo arte de curar por la palabra, mucho es aun lo que se ha de debatir sobre la necesaria contrastación de los procedimientos terapéuticos, sobre su eficacia y su necesidad. No se trata de hacerlo sólo por las crueles exigencias a las que nos somete el mercado, aunque no debemos olvidar dónde jugamos la partida; conviene, pues, rememorar a nuestros clásicos y saltar decididos a la palestra donde los diferentes paradigmas miden su fuerza, sus recursos, bríos y potencialidades.
Aceptemos ese reto y pongámonos manos a la obra, aun a sabiendas de que, si bien todos somos -en cierto modo- investigadores curiosos, que también elaboramos hipótesis, descubrimos redundancias e inventamos intervenciones brillantes, no todos, sin embargo, tenemos la capacidad que se necesita para transformar tales intuiciones creativas en categorías susceptibles de investigación. En este contexto en que nos movemos, como en cualquier otro, hay clones, artesanos, creadores e investigadores.
A los primeros no es mucha la atención que debemos prestarles, por ser malas copias casi siempre de un original más interesante y agudo; a los segundos debemos guardarles el respeto que su buen hacer terapéutico merece. Pero es con los terceros y con los cuartos donde el paradigma relacional se juega su permanencia en la primera división del arte de la terapia. Necesitamos personas con capacidad, intuición, sensibilidad y arte creativo; y otros (o los mismos, si se diera el raro don) capaces de organizar, coordinar y elaborar estudios o investigaciones de altura, a pesar de la gran complejidad de nuestro ámbito de trabajo.
A estos últimos habrá que reconocerles el esfuerzo, y la mejor forma de hacerlo es publicitando sus investigaciones, conociendo sus conclusiones y aplicando los avances que de ellas derivan en la práctica clínica que ejercemos. Disponiendo todo ello en fructífero diálogo con disciplinas afines, con rigor, pero sin miedo, elucidando en todo momento qué aspectos pueden enriquecer nuestro trabajo y qué otros son modas pasajeras sin avales de fuste, prácticas espurias, bálsamos de fierabrás y otros placebos para el espíritu de parecida catadura.
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