Teselas de un Mosaico (V)

Publicado el 31 de octubre de 2025, 1:01

  Hace ya dos décadas, casi tres, cuando nos encontrábamos en trasponiendo los umbrales de un milenio que inaugurábamos entre inquietudes de liquidación y avisos de colapso apocalíptico, numerosos periódicos abrían sus páginas de salud con el anuncio de que la depresión iba a ser la pandemia del siglo que comenzaba. Se equivocaron los diarios, como les sucede a los profetas, con la misma impunidad y desenfado. Y con la celeridad de las esperadas epifanías, empujamos la noticia de aquellos días al ruin olvido, dispuestos a pasar página y dejar el resto a la industria farmacológica, que nos prometía una nueva generación de felicidad empaquetada y en píldoras, rápida, eficaz, limpia y respetuosa con el medio ambiente.

  Pasaron muchas cosas desde entonces, que se llevaron por delante algunos optimismos y nos dejaron pesar y desasosiego, un malestar social difuso y mucha irritación. Lo que no arrastró el olvido fue el carácter emblemático del que goza -o padece- el paciente depresivo en el ambiente psi actual.

   En lo que no erraban los periódicos fue en la intención con que se habría ido gestando la ideología de la depresión como trastorno paradigmático y buque insignia de los éxitos de la industria farmacéutica en el territorio mental. Que esta ideología acabe por triunfar, junto al convencimiento de que los pesares humanos se resolverán mediante el uso más o menos indiscriminado y zopenco de toda clase de píldoras, es algo que está en manos de los profesionales de la salud, entre los cuales los terapeutas nos contamos, evitarlo.

   Los profesionales tenemos que estar en el debate de ideas en que se mueven estas cuestiones. No nos ha de bastar con el trabajo diario con las familias; hemos de ir al campo de la teoría y aportar allí nuestra experiencia clínica relacional, si no queremos ser desterrados a los aledaños del conocimiento científico por quienes administran territorios de poder y zonas de influencia mediática y social.

  Seamos, pues, ambiciosos, y atrevámonos a teorizar desde nuestra potente mirada sistémica, pues, como decían los latinos, Audentes Fortuna iuvat, la fortuna sonríe a los audaces.

 

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