Activa vida

Publicado el 25 de marzo de 2025, 11:10

La vida no es un anticipo a cuenta de nada. Es el ser que somos existiendo ahora aquí, pero llevando sobre nuestros hombros el liviano peso de lo ya recorrido y en los ojos el porvenir de lo que todavía nos ilusiona. Es poco lo que sabremos por poner la mano sobre la mejilla, aunque para aprender verdaderamente debamos adoptar esa extraña posición. Pero el pensamiento es siempre un posteriori, como el argumento o la demostración se entienden cuando se conoce el final, el definitivo valor de la incógnita.

Muchos hombres desean respuestas que anticipen y conjuren la incertidumbre de la vida. Todos los jóvenes crecen prisioneros de esa ilusión. Pero es el paso del tiempo el que les lleva a captar las líneas maestras de eso que llamamos proyecto vital. Es el ir haciendo cosas con todo aquello con que nos encontramos lo que nos revela la vida en su auténtica medida. Es acción reflexiva, pero acción en primer lugar. Todo fluye y sigue un hilo al mismo tiempo. La acción son las puntadas de ese hilo que a veces discurre por detrás de la tela y no conseguimos ver. Emerjo a ratos, me sustento sobre lo invisible y la continuidad. Pero no es sino al coser la pieza que esto va revelando el sentido de la vida de cada cual.

Si somos coherentes, no hay vida alguna que sea inauténtica, excepto que digamos que es inauténtico algo de lo cual uno no es su autor. Habría así vidas prestadas, que hacen uso de lo que la comunidad, su familia o su cultura les deja en préstamo para seguir existiendo con una cierta lógica y sentido, en su orbe y bajo su tutela. Vidas prestadas lo son en cierta medida todas las vidas, porque en cada una de ellas hay un turbio poso de cultura que queda siempre en el fondo. Así, hablamos una lengua o conocemos los avatares más importantes de nuestro entorno o miramos cierto paisaje ya colonizado por otros hombres, con sus casas levantadas y sus monumentos puestos en pie, y lo decimos nuestro como si de veras creyéramos ser sus propietarios. Venimos al mundo desnudos, pero no como Adán. Ya que con él las cosas fueron nombradas desde la nada, si tiene razón el mito, y a nosotros nos toca aprender lo que otros antes inventaron. Toda vida tiene esa raíz poco original que es aquello con lo que nos encontramos, lo ya dado: la cultura en general, la historia de forma más particular o, en lo más próximo, el mapa del mundo que nos dieron nuestros padres y sus ancestros; esto es, la realidad.

 

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